La Palma descansa sobre un acuífero subterráneo, que sucesivas generaciones han tratado de liberar. Por eso en el subsuelo de la isla se ha tejido una red de enormes galerías subterráneas (minas horizontales). En la segunda mitad del siglo XX, con la llegada de la dinamita, el ritmo de excavación se aceleró, pero a costa de mayores riesgos. Los peones especializados (cabuqueros) se la jugaban en cada mecha, pues debían alcanzar la bocamina a toda velocidad antes de resultar alcanzados por la explosión.
SANZ, David; «Los brazos por los que brotó agua», Diario de Avisos (15/10/2011)